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Jugatxi, Basoaren Argia-Jugatxi, la luz del bosque

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Nacho Arantegui diseña y dirige esta nueva experiencia artística y medioambiental, se  adentra en el paisaje del entorno de la Ermita de Jugatxi en Jugo-Zuia, Álavapara dialogar con él y tratar de penetrar en los secretos ocultos, de ahí surgen los emplazamientos concretos de las intervenciones escultóricas. Para su creación la conciencia identifica elementos naturales de todo tipo que solos, combinados entre ellos o ayudados por la luz, aprovechando sus matices cromáticos, sus texturas o sus formas, se transformarán en materia para las intervenciones escultóricas efímeras.

Además de las intervenciones escultóricas en el bosque, la velada estuvo diseñada con la participación  de  otros artistas, alguno de ellos ya trabajaron con Arantegui en anteriores proyectos, como NeØnymus-Silberius de Ura, que a través de su voz e instrumentos musicales muy peculiares tiene la capacidad de evocar tiempos ancestrales. Silberius abrió la velada en la Ermita de Jugatxi, le acompañó el Coro Gambara de Zuia dirigido para la ocasión por Inma Arroyo.

Para finalizar la velada la actuación de dos bailarinas de la compañía Harrobi Dantza Bertikala, que para este proyecto se plantearon un nuevo reto, el diseño de una pieza de danza entre la copa de los árboles. Les acompañó la música y voz del propio Silberius de Ura.

La velada siguió un hilo conductor, Arantegui se inspiró en las leyendas de la zona, bien documentadas en los libros de Carlos Ortiz de Zárate.

Escuchad, escuchad mis palabras pero mejor aún, escuchad al bosque. Esta noche os convoco al silencio, al caminar por los senderos tenues, a desvelar los secretos de una naturaleza encantada... de interactuar con seres mágicos: los que se ven, y los que pertenecen a lo invisible.

Caminad, caminad sin miedo pues tal vez, solo tal vez, podáis desvelar un misterio. Recordad que la luz que emana de la oscuridad del bosque es vuestro propio brillo y entonces os contaré una historia, porque la luz también podría surgir de ella...

 

Hace muchos, muchos años, en las profundidades del bosque de Jugatxi, donde los árboles de haya y roble se alzan majestuosos hacia el cielo, vivía Amaia, una joven de larga melena dorada y ojos claros como el cristal. Su belleza era legendaria en el lugar, y muchos decían que no era solo humana, sino que tenía la sabiduría y el conocimiento de los seres mágicos que habitan el bosque.

 

Cada noche, Amaia subía por los árboles, danzando al ritmo del viento y la música que solo ella podía escuchar. La luz del bosque brillaba intensamente, como si cada hoja y rama estuvieran iluminadas por un fuego encantado. Todos en la zona sabían que cuando ella bailaba, algo misterioso sucedía en el lugar.

 

Un día desapareció sin dejar rastro. Nadie sabía lo que había sucedido, y muchos ascendieron hasta la montaña del Gorbeia y recorrieron sus profundos bosques para encontrar cualquier pista sobresu paradero. Al final del día, cuando todos estaban agotados y sin esperanza, una brillante luz apareció en la cresta de Jugatxi. Se dice que Amaia había sido llevada por los seres mágicos hacia la cima de la montaña, donde ahora había un gran árbol sagrado que brillaba en la oscuridad.

 

Desde entonces, muchas personas han afirmado haberla sentido bailando en la cima del árbol sagrado, siempre rodeada por la luz brillante del bosque y acompañada por el ánima de Jugatxi, que ya era su hogar. Su leyenda se convirtió en la historia más hermosa y enigmática de la región, y muchos visitantes peregrinábamos al bosque de Jugatxi para ser parte de esta experiencia fascinante y sentir la presencia de la joven danzando entre las ramas de los árboles.

 

Y en medio de aquellos visitantes, un hombre sin nombre llegó al bosque con un don único. Poseía la capacidad de abrir grietas mágicas que conectaban diferentes mundos y dimensiones. Movido por la leyenda de Amaia, decidió usar su extraordinario don para contactarla. Utilizando su habilidad, abrió un portal que trascendía las barreras del tiempo y el espacio, y así logró comunicarse con Amaia en la cima del árbol sagrado.

Desde aquel momento, el hombre sin nombre y Amaia entablaron una conexión especial a través de las grietas mágicas. Nadie sabe a ciencia cierta si se encontraron físicamente. Se dice que sus conversaciones a través de esos vórtices les permitieron compartir pensamientos, emociones y conocimientos. Juntos exploraron los misterios del universo y los secretos de los seres elementales.

Amaia, agradecida por el hombre sin nombre que le había brindado la posibilidad de trascender su mundo, se convirtió en su guía y confidente en los reinos mágicos que conectaban. Juntos, exploraron los límites de la realidad y descubrieron maravillas que solo habían existido en los sueños más profundos. Pero aquel hombre quedó cautivo de la gracia de Amaia. ¿Qué sucedió después?

Un proyecto financiado por los fondos Next Generation gestionados por Diputación Foral de Álava, organizado por Ayuntamiento de Zuia con la colaboración de la Junta Administrativa de Jugo.

Equipo técnico: Silvia Cored, Ion Ander, Dani Martínez, Lorena Toquero.

Colaboran: Edu Cortina, Mari Jose Rodríguez, Pablo Toquero, Nahikari Fernández de Pinedo, Rosario Bireben, Natalia Soler.

Fotografías: Donca Foto, Nacho Arantegui, Gonzalo Catalinas

 

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